Se acabó la mili y con ellas las historias que
inmortalizó IVÁ con sus historias de la puta mili. Con ella se acaban las
triquiñuelas que muchos buscaban para librarse ella: pies planos, baja estatura
y hasta enajenación mental. La mili se acaba y con ello todo lo que conllevaba,
historias sobre cómo librarse de ella, cómo sobrevivir e incluso circunstancias
históricas.
Historias
Las vivencias de la mili para Alberto, Rafael, Alfonso, Enrique, Jesús y Oscar
han sido muy diferentes, puesto que cuatro de ellos se libraron del servicio por
diferentes motivos. Alberto Pérez consiguió uno de los diagnósticos más famosos
y extendidos, los pies planos, aunque tuvo que estar durante 21 días en Cádiz
pasando revisiones médicas. Rafael Yoli se libró por altura, le faltaban dos
centímetros. Lo de Alfonso Blasco ya es más especial porque estuvo cinco días en
el Hospital Militar del Ferrol y consiguió librarse por enajenación mental. ¿Que
cómo lo hizo? Pues cojiéndose unas buenas melopeas y metiéndose con los
oficiales. ¡Ahora!, fueron cinco días intensos para Alfonso, sobre todo cuando
el segundo día se fue de la habitación a buscar tabaco en el bar y no sabía
volver a la habitación hasta que dos monjitas le llevaron hasta ella. Tras ello
le encerraron con llave, y sin tabaco porque en el bar, al verlo en pijama no le
dieron ni un cigarro.

Oscar Pascual se libró de la forma más oficial, ya
que fue excedente de cupo. Cuando se enteró de la noticia estaba celebrando los
quintos en su localidad, Buñuel, donde el día del sorteo los quintos salen de
fiesta. Como es lógico siguió celebrándolo. Mientras tanto, Enrique Saénz y
Jesús Seta tuvieron que ir a la mili, a Zaragoza. Enrique lo hizo voluntario
para que le tocara cerca, que también era una de las opciones utilizadas, y
estaba en la banda de cornetas. Una de las cosas del servicio militar es que
cuesta dinero, y así Enrique tenía que recoger botellas para poder salir. Pero a
Enrique se le perdió algo en la mili, el pelo, y, a veces, se pregunta qué le
darían para que así fuera, aunque eso del bromuro no se lo creen mucho, porque
algunas situaciones que no vamos a especificar, demuestran lo contrario.
A Jesús Seta le tocó en la Academia General Militar de Zaragoza. No sabemos muy
bien lo que hizo allí, pero lo cierto es que cuando se marchó la cerraron. Ambos
Jesús y Enrique cuentan que las inocentadas no eran muy duras Enrique cuenta la
típica jura de bandera que consistía en poner un calzoncillo usado en un palo y
pasar a besarlo. Pero la mili también son amistades que perduran, como el
padrino del hijo de Jesús que no es otro que un amigo de la mili.
Guillermo Latorre estuvo como Policia Militar en Madrid tres años. Eran los
primeros años de la década de los 70 y es uno de lo que rompe la regla porque
dice que comía bien en el cuartel. A él le tocó vivir uno de los momentos más
amargos el asesinato del teniente General Quintana Lacasi. Recuerda que era un
domingo por la mañana, estaba tomando café y vieron pasar al Teniente por la
calle, a los pocos segundos oyeron unos disparos y salieron rápidamente. Allí
estaba tendido, muerto. Pero lo mejor de la mili, lógicamente son las salidas
que tenían que hacer con uniforme. Al final todos se cambiaban en un bar cerca
del cuartel, donde el dueño tuvo que poner unas taquillas en vista de la gran
afluencia de soldados que le pedían que le guardasen la ropa.
Los Amigos
Los mayores son otra cosa. Como Alfredo de Los Amigos, que hizo la mili en
Castejón, donde intentaron hacer 12 fochas asadas «eso sí que es malo, no hubo
forma de que supieran a algo. Cómo estarían que nos bebimos entre unos siete 20
litros de vino y una botella de ron quemado, y otra de coñac». Y no es que
pasaran hambre. Pero algo había que hacer. Otros recuerdan muy bien cuánto
costaba lo más preciado: una botella de whisky costaba 150 pesetas el litro con
cola, cobraban 300 pesetas, y en poco tiempo estaban gastadas. El siguiente paso
era la cama.
La mili de los alcaldes
El alcalde de Murchante, Ignacio López, hizo la mili en 1969 en las milicias
porque en esos momentos estaba estudiando. Unas milicias en las que realizaban
tres campamentos de verano y tres meses de prácticas. Le tocó muy cerca de
Madrid, en los Angeles de San Rafael. Cuando estaba allí sucedieron los hechos
del conocido derrumbamiento de un edificio en una promoción ejecutada por Jesús
Gil. Fueron los primeros en llegar a socorrer a los heridos y como premio
obtuvieron una semana de permiso. Pero lo que más recuerda de la mili son las
salidas a Madrid, donde no iban al teatro o a la Opera. Ignacio se iba por las
salas de baile en las que actuaban habitualmente tres grupos de música en
directo « eso sí que era una movida porque los grupos eran muy conocidos como
Los Brincos, El dúo Dinámico, los Jaboloyas o los Tintops». Vamos, que se
recorrió todos los clubes.
Marta Elía
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